Haters: Odiadores que se odian

Lo peor de una persona, lo peor en esta vida para uno mismo es odiar.

Cuando hace ahora 4 años di el paso de meterme en esto de la política, al vivir en una localidad pequeña donde nos conocemos todos, me di cuenta de como personas con las que tenía una relación cordial en el municipio, (sin evaluar mi gestión política porque no habían llegado ni siquiera las elecciones), al día siguiente de ir en la lista por el Partido Popular modificaban su actitud hacía mi, pasando de esa cordialidad (casi caigo en el error de confundir cordialidad con amistad) a una actitud que solo se puede definir como odio, reflejado no solo por omisiones de saludos o criticas, si no por ataques personales sin motivo y sin sentido tanto hacía mi como hacia los míos. Podría incluso nombrarlos en este artículo, porque no son más que los dedos de las manos, pero no merece la pena, no se darán por aludidos ni así.

Yo tengo la gran suerte de no odiar a nadie, y lo puedo decir bien alto porque es algo de lo que me siento muy orgulloso y se lo transmito a mi hija y a mi mujer a diario para que aprendan a no odiar y aunque es verdad que tendría motivos para hacer una lista de personas a las que odiar, como probablemente podríamos hacer cualquiera de nosotros, no odio a esa gente que me ataca sin motivo, no odio a esa gente que se dedica a criticarme sin argumento, no odio a esos que en las redes sociales están todo el día buscándome incluso con faltas de respeto, y por supuesto no odio al que no es de mi equipo de fútbol, ni odio al que tiene otras ideas políticas distintas a las mías, no les odio.

En cambio, otras personas en su interior se pasan el día odiando, siempre hay alguien a quien odiar por algún motivo y se ve cuando hablas con una persona que odia (lo dicen hasta sus ojos) o también cuando ves el perfil facebook o el twitter de alguno…. ¿os digo lo que siento por ellos?. Pena, simplemente me dan muchísima pena.

Vivir con odio significa tener dentro un rencor que difícilmente va a permitirte ser feliz. Vivir con odio dentro significa amargar la vida a los que hay a tu alrededor, por mucho que te quieran, porque nunca saben cuando ese odio interno puede volverse hacía ellos.

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El odio lleva a la sociedad a crear personas de otra definición feísima, las personas que se denominan así mismos «Anti». El mundo «ANTI» es cada vez más extenso, «Antisistema», «Antitaurino», «Antimonárquico», «Antimadridista»…. No soy nada «Anti» y me parece que quien está en este mundo para ser algo «anti» está simplemente perdiéndose lo mejor de esta corta vida que nos da Dios, con perdón para los que son Anticatólicos o Anticristianos.

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Leí una vez un artículo de Jordi Puntí en «el periódico» que titulaba «el odiador profesional» en el que hablaba de ese tipo de gente que solo entra en Twitter para odiar, los haters, personas que se sientan frente a la tele con el móvil y tuitean con ironía o mala leche, y es cierto que si analizamos nuestra sociedad actual, los «haters» u «odiadores» están por todas partes: Tenemos odio en los deportes como el fútbol, odio entre regiones o pueblos, odio al Español como hemos vivido nuevamente esta semana con la pitada de su himno por otros Españoles, y el odio más claro y más de moda, el odio en la política.

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El odio en la política, descubrimiento nuevo para mi en estos últimos años, es sin duda el más acentuado en la sociedad española, y lo cierto es que me tiene un poco desconcertado. No puedo entender con mis 43 años que personas que son buena gente (o al menos yo a si las considero) se ven transformados como si fueran demonios hipnotizados se tratara cuando quieren defender unas ideas políticas frente a otras distintas.

El odio en la política no tiene color político, porque existen odiadores de todos los colores y signos, pero ¿porque?.

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He llegado a pensar que eran los retazos de la Guerra Civil Española, porque suele coincidir que los odiadores suelen usar alguna de las banderas que los bandos enfrentados usaron en la contienda, pero luego me paro a pensar mas detenidamente y la gente de la que hablo, que andan entre los 30 y los 60 años, NO VIVIÓ la guerra, y por lo tanto, están heredando un odio que ni siquiera han vivido en primera persona y nos quieren hacer legatarios o herederos de un conflicto a gente que no tenemos nada que ver con aquella desgracia que sucedió en España. No queremos saber nada de la guerra.

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Y ya, si hablamos de las nuevas y jóvenes generaciones solo podemos concluir que están siendo azuzadas por gente sin cerebro o sin conciencia, que quieren que nuestros jóvenes estén siempre rememorando constantemente una Guerra Civil que solo conocen por los libros de Historia o por alguna película de Vicente Aranda. Y cuando debemos pensar todos en como seguir progresando en nuestras vidas, en nuestros pueblos, en nuestro Pais, siempre hay algún odiador que vuelve a convertir la vida en un elemento de confrontación política, el odio que se generó en la Guerra Civil. Es inaudito.

“El odio tiene mucho que ver con la guerra, porque el odio simplemente es una relación virtual con una persona y con la imagen de esa persona, a la que se desea destruir. Esa destrucción con la que se fantasea pocas veces es física, pues de otra manera el odio nos convertiría automáticamente en homicidas y entonces usamos otras «vías» como por ejemplo, destruir su reputación calumniando, difamando o intentando arruinar su imagen…. Pero en realidad lo que sí se destruye es el propio individuo que odia y se consume en ese odio, pues nunca logra su meta que no es otra que desvincularse de la persona odiada.

NLD29 - 20020508 - ROTTERDAM, NETHERLANDS : A very young Feyenoord Rotterdam supporter makes a rude gesture during the UEFA Cup final match against Borussia Dortmund in Rotterdam on Wednesday, 08 May 2002. EPA PHOTO ANP/JASPER JUINEN/CSS-ms

Odiadores han existido y existirán siempre, pero en mi opinión, ahora tenemos una panorama distinto en España y es que esos odiadores son ahora algunos de los máximos responsables políticos y trasladan ese odio con mucha más «viralidad» que cuando el odiador es una persona «de la calle» con menor repercusión. Ahora tenemos «odiadores antisistema» dirigiendo partidos políticos como Pablo Iglesias & CIA, tenemos «odiadores que no condenan el terrorismo» dirigiendo otros partidos políticos como los de Bildu y también tenemos «odiadores antiespañoles» dirigiendo incluso instituciones del Estado como Arturo Mas o Junqueras.

En la transición, después de la guerra y la dictadura, hubo varios grandes acuerdos porque toda la sociedad española tenia miedo a la «involución», y ahora, gracias a esos odiadores, que se empeñan en resucitar y revivir el pasado y a la corrupción política, hemos perdido ese miedo y no nos damos cuenta que esa involución puede venir en cualquier momento, como les ha pasado a Países como Venezuela, o simplemente nos lleven otra vez a una época similar a la que desató el conflicto bélico en España como recientemente hemos vivido por ejemplo en los Balcanes.

Aquellos acuerdos estaban realizados por otra generación de políticos que en mi opinión, eran auténticos patriotas, de izquierdas, de centro y de derechas, pero auténticos patriotas (que bonita palabra), porque dejaron muchas veces de lado su ideología propia por un bien común que era «España«, buscando pacificar este país, la búsqueda de la democracia, y con una enorme generosidad renunciaron a muchos de sus principios incluidos sus símbolos, y lo más importante, buscando que no hubiera ni odio ni confrontación, es decir, justo lo contrario que buscan ahora nombres de moda como Pablo Iglesias, Arturo Mas o los cómplices de Bildu.

Estos «líderes» saben usar la fuerza que el odio les aporta, por lo que algunos no dudan en utilizarlo para lograr sus fines que son simplemente buscar el poder para poder «pisar» al contrario y para ello lanzan el odio creando odiadores por todos los rincones, que usan las pancartas, las pintadas y ahora las tan de moda redes sociales para vomitar su odio a distintos objetivos como los políticos del otro partido, los que comulgan con sus ideas o periodistas que no dicen lo que quieren oír, inundando las redes y correos electrónicos de insultos, chistes fáciles o amenazas que transmiten el odio transformado en insultos y escaso o nulo en razones.

Odiar a los de izquierda o a los de derechas, a los ricos o a los extranjeros, a los católicos o a los ateos, a los negros o a los blancos. Odiar a alguien es mostrar la impotencia más primitiva, asumir que el otro nos impide ser felices y que, en cierta forma, es superior a nosotros, porque no se odia a los inferiores.

Termino con un consejo, «la gente feliz no odia», así que simplemente se feliz.

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