Hoy hace 5 años que mi pequeña Carmen subió al cielo. 5 años que han pasado muy rápido si cierro los ojos un momento, donde he perdido muchas cosas y donde también, he aprendido otras.
He perdido gran parte de esa ilusión que tenía por «construir», porque en mitad de la construcción de mi vida y de una familia, el edificio se desplomó, viniéndose abajo todos los ladrillos que humildemente había ido colocando durante 40 años.
Me cuesta mucho pasar con el coche por las calles de Madrid donde está alguno de los hospitales que atendieron a mi pequeña, como el Niño Jesús, Hospital Quirón o el 12 de Octubre, aunque curiosamente no me afecta pasar por otros como el Hospital Monteprincipe donde pasó mucho tiempo, o incluso en alguna tarde oscura acercarme a alguno de sus pasillos, sentarme en alguno de los bancos y simplemente estar.
Confieso que me emociona en exceso oír llorar a un niño pequeño por la calle, y me molestan cada vez más las personas que hablan gritando. Me atormenta recordar el momento cuando mi hija Carmen me preguntó si se iba a morir y me apacigua pensar que no sufrió durante su enfermedad. Me cabrea no poder acordarme de toda la gente que cuando falleció me intentaron consolar. Me sorprenden algunas preguntas de mi hija Lucía cuando hablamos de tener hermanos o por ejemplo cuando antes de ayer me preguntó: ¿Papá, porque aunque las cosas salgan mal y sean una mierda sigues feliz? y yo la contesté que «las cosas verdaderamente importantes salían bien.», probablemente me lado subconsciente se refería a la salud, a estar juntos, a estar tranquilos y esa respuesta chocaba con sus problemas de adolescentes que para ella serán tan graves como a todos se nos hicieron con 14 años.
He olvidado como se sonríe y no lo escribo en sentido literario, es que realmente delante del espejo o cuando me veo en las fotografías, contemplo que mi sonrisa ya no es esa sonrisa que yo tenía, y aunque mi deseo sea curvar los labios, no logro hacerlo como lo veo en otras fotografías, como lo hacía antes. Esto mismo, curiosamente. también se lo noto a mi hija Lucía. Imagino que el daño en el corazón, como cuando te rompes un hueso del cuerpo, hace que los músculos de la cara nunca vuelvan a flexionar y funcionar igual.
Y también he aprendido otras muchas cosas. He aprendido a tomarme la vida de una forma distinta a la que había llevado, donde todo era urgente y lo que no se conseguía provocaba frustración o ansiedad innecesaria. He aprendido a no usar reloj porque el tiempo no tiene nada que ver con esas agujas que marcan las horas. He aprendido que hay que hablar muchísimo menos y escuchar mucho más.
He aprendido que todo es importante pero nada es tan importante.
He aprendido que en la vida es importante contar con la familia y los amigos. El apoyo, el cariño, el ánimo cuando es necesario o el silencio cuando es lo adecuado, sólo te lo saben dar quien realmente te conocen, y en multitud de ocasiones un abrazo es suficiente lotería cuando el alma está triste.
No merece la pena pasar por la vida disgustado, cabreado o molesto. Hay que ser honesto y honrado, palabras que por desgracia no parecen estar de moda últimamente. He aprendido a trabajar cada día por mejorar personal y profesionalmente, buscando siempre el lado positivo de las cosas, que siempre lo hay, animándote a ti mismo y a los que te rodean, buscando el aprendizaje en cada circunstancia, por dura que sea en la vida, en busca de algo tan simple como esa palabra que muchos dicen, pero poco comprendemos, que es la felicidad.
Aprendo cada día como enamorar a mi hija Lucía. Todos los días estudio la lección de como enseñarla lo mejor para su futuro y para su educación, en cada circunstancia de la vida, y que debe esforzarse para ello, como ya la expliqué en otro artículo de este blog. Todos los días busco la forma de hacerla entender, en su difícil adolescencia, que debe ser feliz, y que deberíamos estar obligados a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, porque son esas las que luego se echan de menos cuando no las tienes.
Hoy, 5 años después, recuerdo que tras un año de su fallecimiento, escribí una carta a Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente, pidiéndoles un regalo muy especial que se trataba de poner a una estrella en el cielo el nombre de mi pequeña Carmen.
La estrella hoy está situada muy cerquita de la Osa Mayor a 642,04 años luz, muy cerca de donde la Estrella Polar marca el Norte geográfico.
Dicen mis amigos que me oriento muy bien, quizás los años en la Academia Militar o perderme varias veces por el desierto en el campo de maniobras de San Gregorio en Zaragoza tendrán algo que ver, pero lo cierto es que me cuesta poco encontrar el norte geográfico incluso por el día, o quizás es mi pequeña Carmen que cuando tengo dudas de a donde ir o que decidir sobre algún tema, siempre me enseña ese Norte de la vida que muchas veces buscamos cuando hemos perdido la esperanza.
Cuando llegaron Sus Majestades los Reyes Magos un año después de que Carmen subiera al cielo, el 6 de enero de 2016, nos trajeron esta estrella y la de su hermana Lucía y escribía este texto en alguna red social:
Cuando cae la noche de este día mágico de Reyes, viene la entrega más especial:
Muchos días, cuando llega la noche, salíamos y seguimos saliendo a la puerta de casa y miramos al cielo buscando una estrella que luciera mucho más que las demás, con la seguridad de que es nuestra pequeña Carmen. Y pensé que eso de mirar al cielo y buscar una estrella simplemente por que esa noche se ilumine más o menos en el horizonte no era lo adecuado, tenía que ponerle solución y me puse manos a la obra.
Contacte con los amigos de Andorra de Universal Star Register y sólo me dieron facilidades para hacerlo, poner el nombre de Carmen a una estrella concreta. Hoy una estrella se llama Carmen Sánchez Losada y está en las coordenadas +53º29`40.9″/+148º40`35.6″ a una distancia de 642,04 años luz.
Más tarde pensé que su hermana Lucia también debía tener ese privilegio y pedí también su estrella que está en -22º46`05.6″/+117º30`58.9″ a una distancia de 581,38 años luz.
Hoy mis dos hijas, gracias a la magia y la generosidad de los Reyes Magos tienen una estrella con su nombre cada una, con su certificado, con sus coordenadas y con su luz propia que durará eternamente.
Gracias Reyes Magos.
Hoy 5 años después, una estrella llamada Carmen, me sigue orientando en la vida con varias ideas importantes como querer de verdad a quien te rodea, no dar a lo material más importancia de lo que tiene, no guardar rencor a nadie y le explico a Lucia que sólo empeora el interior de quien padece ese rencor, apartarme de las personas que buscan el conflicto como norma de vida, decirle a los demás las cosas positivas que te aportan, ser agradecido con lo que venga y a priorizar en la agenda de la vida las cosas que realmente son importantes. Ojalá mi hija Lucía aprenda la mismo que a mi me enseñó su hermana Carmen.
Te echo de menos pequeña. Echo de menos ir a desayunar los churros que tanto te gustaban. Echo de menos tu sonrisa siempre, incluso cuando estabas asustada por la radioterapia o por los médicos. Echo de menos que las pesadillas te hicieran venirte a mi cama y acurrucarte mientras yo me hacía el dormido. Echo de menos tus abrazos corriendo y gritando ¡Papiiii! cuando llegaba a casa. Echo de menos que te quedaras dormida entre mis brazos en el sillón. Te echo mucho de menos. Te quiero.
Gracias por compartir estas líneas tan profundas, han tocado sin duda la fibra más íntima y vulnerable de mi alma. ¡Qué gran lección!
Ahora sé que es esa luz que me deslumbra siempre.
👏👏👏lección magistral Jose Antonio. No he podido menos que echar una lagrimita y mandarte un abrazo 🤗